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Coronavirus

El cabo Francisco Pérez Benítez, fallecido por trombosis, llevaba siete años en Navarra y estaba a punto de ser padre

Iba a ser padre dentro de cuatro meses. Familiares y compañeros recordaban este sábado emocionados al militar de 35 años fallecido en la Clínica Universidad de Navarra por una trombosis y que fue vacunado contra la covid con AstraZeneca el pasado 7 de abril

El cabo Pérez, siete años en Navarra CEDIDA

El tanatorio de Noáin congregó este sábado a decenas de militares, la mayoría uniformados, y de amigos civiles del cabo Francisco Pérez Benítez. Caras serias, consternadas por el dolor de una pérdida tan repentina y todos con el deseo de arropar a la familia del cabo Pérez, que es como conocían al militar fallecido a última hora de la noche del viernes por “trombosis de senos cerebrales con trombocitopenia y hemorragia cerebral”, según explicó el Gobierno foral. El militar, de 35 años, había sido vacunado con AstraZeneca el pasado 7 de abril.

En una de las salas del tanatorio se encontraban los padres del cabo, así como hermanos y cuñados, llegados a la capital navarra desde Tarragona el jueves cuando conocieron que su hijo había sido ingresado la noche anterior. También estaba su mujer, Beth, de origen inglés, embarazada de 22 semanas de una niña, la primera del matrimonio, acompañada de su madre.

DE JACA A AIZOÁIN

“Es muy fácil hablar bien de él”, decía uno de su compañeros del cuartel de Aizoáin nada más empezar a trazar la trayectoria del militar. Francisco Pérez nació el 28 de noviembre de 1985 en Barcelona, aunque su infancia y adolescencia las pasó en Tarragona. El segundo de tres hermanos, los estudios, recordaban, no fueron su fuerte y, después de trabajar en alguna empresa de carpintería de aluminio, decidió apuntarse al Ejército de Tierra. Entró en el primer ciclo de 2011 al Regimiento Cazadores de Montaña Galicia 1/64, en Jaca.

En ese destino estuvo tres años. Uno de sus compañeros que empezó con él en tierras aragonesas contaba una anécdota: “Tenía un carácter templado. Era feliz. Siempre tenía una sonrisa. Daba igual lo que le cayera. Ya podía llover, nevar... Siempre estaba dispuesto y con la sonrisa. Recuerdo que hacíamos un simulacro de evacuación a las cuatro de la mañana y se cayó a un río. El agua estaba helada pero no dejó de reírse. Su cara redonda y su sonrisa eran muy características”.

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CASADOS EN FEBRERO

Beth y Francisco se conocieron en Jaca. Ella impartía unos cursos de inglés y se enamoraron. Fue en 2014, el mismo año en que Francisco pidió y consiguió vacante en el Regimiento de Infantería América 66 de Cazadores de Montaña, en Aizoáin. Él se trasladó a Navarra y ella vino en 2016.

La pareja llevaba apenas dos meses casada. Formalizaron la relación el pasado 12 de febrero en Berriozar, en una ceremonia civil y muy íntima debido a la pandemia. “Firmamos los papeles, fuimos a comer y a casa porque yo ya estaba embarazada”.

Su mujer contaba ayer que los planes de la pareja eran vender su piso de Berriozar y comprarse “una casita” con jardín para la niña. “Estaba muy ilusionado con la paternidad y convencido de que iba a ser un niño, pero dos días antes de desvanecerse, el lunes, supimos que iba a ser una niña. Le dio igual, estaba contento. No me ha dejado sola nunca. Ha estado perfecto como papá, como era él”, señalaba Beth.

“DILIGENTE” Y DEPORTISTA

“Era una persona muy discreta. A primera vista era reservado, pero luego, cuando le tratabas, era fácil cogerle cariño”, comentaba otro militar, para destacar de su amigo su afición por la montaña y por la bicicleta en sus ratos libres. “Igual se hacía 120 kilómetros. Le gustaba descubrir nuevos rincones y un año participó en la Quebrantahuesos”.

La buena mesa era otra de sus pasiones y, recordaron, le perdía el dulce. En la cantina era fiel al café con leche acompañado de una napolitana de chocolate. Pero si algo subrayaron fue que el cabo era una persona metódica, diligente y ordenada. “Su mesa estaba siempre impecable. Le gustaba hacer bien su trabajo”, apuntaron. Quizá por eso en 2018, año en el que ascendió de soldado a cabo, fue condecorado con la Cruz al Mérito Militar con distintivo blanco. “Se otorga por trabajo, constancia y perseverancia. Era una persona que destacaba en su labor, muy competente”.

TRAS LAVACUNACIÓN

Francisco Pérez fue vacunado con AstraZeneca el pasado 7 de abril. Según su mujer, al día siguiente, ya empezó a encontrarse mal, pero siguió yendo a trabajar. El jueves 15 fue el último día que acudió al cuartel de Aizoáin. No pudo terminar la jornada. Los fuertes dolores de cabeza y un malestar agudo le obligaron a acudir al servicio de botiquín del cuartel. Su mujer lo encontró desvanecido en el baño de casa el miércoles 21, cuando regresó de trabajar. “Antes de irme al trabajo le dije que le quería y me respondió que él nos quería mucho a las dos. Fue nuestra última conversación...”.

Fue trasladado a la Clínica San Miguel y, posteriormente, a la Clínica Universidad de Navarra, donde finalmente falleció. La familia y amigos no querían pronunciarse sobre lo ocurrido. “La investigación tiene que seguir su curso”, dijeron. El caso va a ser estudiado desde la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMS).

Para Beth es importante recordar que su marido se ha ido “dando la vida a dos personas: a mi hija y su gran corazón, a otra persona”. El padre del cabo, por su parte, agradecía el “exquisito trato” dispensado por los militares a la familia en todo momento. “Son grandes personas”.

El tanatorio de Noáin congregó este sábado a decenas de militares, la mayoría uniformados, y de amigos civiles del cabo Francisco Pérez Benítez. Caras serias, consternadas por el dolor de una pérdida tan repentina y todos con el deseo de arropar a la

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